jueves, 13 de octubre de 2011

LA COCINA DE TODA LA VIDA

Siempre que queremos salir a comer fuera de casa, tenemos el mismo dilema: ¿a qué restaurante vamos?. La oferta gastronómica de la que disponemos hoy en día es abrumadora: cerveceras, sidrerías, asadores, restaurantes temáticos, cocinas de todas las partes del mundo, comida rápida, cocina de autor,... No es mi intención ayudaros a decidir cuál es la mejor opción. Hay veces que nos apetece darnos un homenaje, y hay otras que simplemente nos apetece comer fuera, por lo que la elección de un restaurante u otro varía bastante.



Personalmente siempre he sido un defensor de la comida bien hecha, del producto bien cocinado y bien servido, y ésto lo podemos encontrar en cualquier restaurante, independientemente del tipo de cocina que hagan. De la misma manera podemos encontrar restaurantes que no cuidan la materia prima con la que trabajan, ni el punto de cocción, ni ningún otro aspecto más alla de la imagen exterior, sin preocuparse lo más mínimo del aspecto más importante de una comida que es el producto.



No puede ser que en la carta nos ofrezcan gamba fresca a la plancha, y nos sirvan gambón congelado. Eso sí, a precio de gamba fresca. Hay restaurantes que intentan hacer caja a cambio de reducir en la calidad de los alimentos. Grave error, que puede suponer echar por la borda años de trabajo. Os imagináis un asador de una zona de costa, famoso por sus pescados a la parrilla, que de repente comience a usar género congelado, de piscifactoría,... y nos lo quiera servir como pescado salvaje, y encima manteniendo los precios?. Sería el principio del fin.



Hay que mantenerse fieles a lo que yo considero la cocina de toda la vida, independientemente de que se sirva en medias raciones o en raciones de pelotari, en un menú degustación del local más de moda, o en el asador de toda la vida. El producto es sagrado. Un producto de la máxima calidad, independientemente del tipo de vajilla en el que se sirva, siempre va a ser un gran producto. De acuerdo que hay más detalles que también importan (el local, la vajilla, el servicio,...) pero sin un producto de calidad, no hay cocina de calidad. Recuerdo haber oído decir que  un buen producto se puede estropear en manos de un mal cocinero, pero que con un mal género es imposible hacer cocina de calidad.



Y si me permitís, que vivan las chuletas y los pescados a la brasa, los mariscos bien frescos, el rabo, las carrilleras, las almejas a la marinera, el jamón ibérico, el foie, los caracoles, el pulpo recién cocido, las alubias, los arroces, las patatas con chorizo, las verduras bien frescas, las frutas más maduras, los postres caseros,...

Y que viva la cocina de todas nuestras amatxus, que pasan horas delante de las cazuelas para que disfrutemos de la mejor cocina que conozco: LA COCINA DE CASA, LA DE TODA LA VIDA.

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